Hay momentos en tu vida en los que sientes que el dolor, la soledad o las pruebas te han marcado demasiado. Te preguntas si alguien recuerda tu esfuerzo, tu fe, tus lágrimas en lo secreto. Y ahí es donde la Palabra de Dios llega con una verdad poderosa: Él hará memoria de ti.
Así como José, quizá has pasado por temporadas de traición, rechazo o injusticia. Tal vez sentiste que estabas en una “prisión” emocional, espiritual o incluso económica, sin esperanza de salir. Sin embargo, recuerda que el mismo Dios que levantó a José, también te levantará a ti. Él transformará tu aflicción en prosperidad, como lo hizo al darle a José a sus hijos Manasés —“olvido de la aflicción”— y Efraín —“fruto en la tierra de la aflicción”—.
Dios no te ha olvidado. Aunque el mundo haya pasado por alto tu esfuerzo, aunque las personas te hayan dejado de lado, tu nombre sigue estando en la memoria de tu Padre celestial. Él es el Dios que abre los sepulcros del dolor, como lo anunció a través de Ezequiel, y sopla vida sobre huesos secos.
Quizá, como David, te sientes atrapado en la rutina, cuidando “ovejas en el desierto”, sin un rumbo claro. Pero lo que no imaginas es que tu destino puede cambiar en cualquier momento. Cuando menos lo esperas, Dios recuerda tus días de fidelidad y abre delante de ti puertas que nadie podrá cerrar.
Y aquí está lo más asombroso: en medio de la grandeza del universo, de estrellas y galaxias incontables, Dios piensa en ti. Aunque pequeño ante la inmensidad, eres infinitamente valioso para Él.
Por eso, no te rindas. No creas que tu historia terminó en el dolor. Aférrate a la presencia de Dios, entrégale tus cargas y levanta tu mirada. Porque llegará el día —y está más cerca de lo que piensas— en que podrás decir: “Dios hizo memoria de mí”.
Él tiene preparadas bendiciones en la tierra y en el cielo. Vive confiando en que su plan es perfecto y que todo lo que atravesaste tiene un propósito: mostrarte que el Dios de José, de David y de Ezequiel es el mismo que hoy se acuerda de ti.
